En esencia, jugar siempre ha consistido en asumir riesgos, especular y buscar dopamina.
Los casinos son la versión más directa: blackjack, póker, tragaperras, pura adrenalina probabilística. Los deportes no existirían a gran escala sin los mercados de apuestas. Las cartas coleccionables se hicieron virales gracias a la mecánica de lotería de abrir sobres y perseguir una carta rara. Incluso las skins en los videojuegos crearon economías paralelas donde la rareza y la especulación pesaban más que la propia utilidad.
No es un fallo, es la clave. La especulación es la esencia. Eso es lo que vuelve los juegos adictivos, virales y sociales. Cuando el riesgo está presente, la atención se multiplica.
A esto lo llamamos hiperjuegolificación: la integración de las mecánicas lúdicas especulativas y la especulación financiera en un único sustrato viral de entretenimiento. Con la infraestructura onchain, se convierte en una realidad inevitable: líquida, verificable, componible y global.
La última gran ola del “gaming cripto”, el Play-to-Earn (P2E), apostó por el bucle equivocado. Por un tiempo pareció imparable: Axie Infinity explotó, las guildas crecieron por el sudeste asiático y entraron miles de millones. Hasta que todo se derrumbó.
¿La razón? El P2E confundió el juego con el trabajo.
Los jugadores no jugaban, solo extraían valor. El bucle dejó de ser divertido y se convirtió en una tarea. Y en cuanto se agotaron los flujos especulativos, nada lo sostuvo. Los juegos no crecen como trabajo, crecen como diversión. Y el juego, en su esencia, siempre ha sido especulativo.
Por eso la mayoría de intentos de “gaming cripto” están condenados a menos que la especulación forme parte central de la propuesta. Los esquemas Ponzi y los tokens inflacionarios ya no funcionan. La gente sigue queriendo lo de siempre: la emoción del riesgo fusionada con el alcance del entretenimiento.
Por eso los desarrolladores se están volcando en Multiplier, y por eso todos los juegos onchain realmente ambiciosos están reintroduciendo en silencio mecánicas de apuestas.
Han entendido lo obvio: si la especulación no forma parte del bucle, no sobrevivirá.
La especulación ha sido siempre la forma más universal de juego. Desde los dados de la antigua Roma a los casinos actuales, de las apuestas deportivas a abrir sobres de Pokémon, el patrón es el mismo: el riesgo es entretenimiento.
Internet lo ha convertido en un producto financiero. Lo cripto lo ha hecho líquido. El onchain lo vuelve programable.
Y eso lo cambia todo:
Por eso el “gaming cripto” concebido como hasta ahora está condenado. Sin especulación en el núcleo, es solo Web2 con peor experiencia de usuario. Los Ponzis y los tokens inflacionarios no sobreviven en el entorno actual. Los únicos juegos que escalan onchain son los que están conectados de forma nativa a los mercados.
Esa es la inevitabilidad de la hiperjuegolificación. No es una apuesta más, sino un nuevo diseño de mercado en el que juego y especulación son inseparables y donde la atención misma es el nuevo rail de distribución.
Sin la fachada, los mercados de predicción son un juego. El mercado es el ciclo de entretenimiento; el beneficio, la verdad al cierre. Por eso coincido con @j0hnwang. Los mercados de predicción —ya sea en su forma básica o integrados como railes en experiencias de consumo— serán el próximo gran metajuego onchain, de largo recorrido y alta volatilidad.
Funcionan porque:
Son duraderos porque funden especulación, consecuencia y distribución.
Los mercados de predicción clásicos son limitados: binarios, lentos, fragmentados. Brillan en la consecuencia pero no triunfan como juego continuo. Son una tecnología excelente para forjar consensos y buscar la verdad, pero por eso el volumen principal lo generan grandes jugadores e instituciones, no los minoristas.
La siguiente ola toma la microestructura, y no solo la envoltura:
El bucle esencial es: atención → riesgo tarificado → prueba de resultado. Todo lo demás es “skin”.
Los juegos onchain que perduren se parecerán menos a ciclos laborales y más a mercados de predicción con mejores presentaciones, micro LPs, cuotas compartibles, consecuencias constantes y distribución reflexiva.
Lo cripto ofrece al juego especulativo el sustrato perfecto:
La próxima generación no se parecerá a los “ciclos laborales” de Axie. Será como una máquina arcade unida al sistema financiero: cada cabina, un micromercado; cada acción, con precio; cada nuevo jugador, aportando liquidez al ciclo.
Por eso me inspiran constructores como @howdymerry y @metagametrade. Hay equipos que comprenden que para atraer a los usuarios la cadencia, la velocidad y la sensación de recompensa son esenciales.
Es aquí donde entra Multiplier.
Para Multiplier, la primera aproximación son los mercados de capital gamificados. Es la interfaz inicial que hace comprensible el router: jugabilidad que mueve mercados, juegos que enrutan liquidez. Pero el objetivo a largo plazo es más ambicioso: una infraestructura programable para la distribución de activos de nicho, donde cualquier superficie —juegos, creadores o aplicaciones— puede convertir la atención directamente en demanda de mercado.
La solución más directa son los mercados financieros gamificados: juegos donde cada apuesta alimenta directamente el flujo de órdenes en tiempo real. Funcionan porque enlazan la atención con la liquidez, y la liquidez con la distribución.
Pero la clave no son los “juegos” como categoría, sino las infraestructuras subyacentes. Infraestructuras que cualquier desarrollador, creador o comunidad puede utilizar para convertir la atención especulativa en flujo programable.
Puesto que el precio depende de la distribución, es la aplicación más pura que existe de la Teoría del Valor de la Atención.
Gmultiply